No reduzcamos diputados, no bajemos el sueldo a los políticos

Publicado el por Javier Alonso (autor)

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Últimamente leo y escucho a menudo en la vorágine de recortes que nos asfixia, que hasta se plantea reducir el número de diputados en varios parlamentos, reducirles el sueldo... Aunque la música suene bien y a más de dos nos gustaría verlos en la cola del paro (aunque no sea más que como desahogo), creo que hay merece una reflexión un poco más profunda.

Creo que el país no está para más despidos, ni siquiera de esos políticos a los que tan poco apego les tenemos. Creo que cualquier medida que suponga reducción de empleo, incluso de políticos, hay que pensarla dos veces. El principal problema de este país es el desempleo.

sobre sus sueldos debemos operar con prudencia. Creo que no se trata de ir a lo fácil, y seguramente injusto, de bajarles, pongamos que un 10, un 20 o un 30% el sueldo. Esta medida tan poco imaginativa es todo lo que se les podía ocurrir a ellos. Cortar por lo fácil, "equitativamente"...

Si nos ponemos a hacer demagogia barata enseguida saldrán argumentos inmovilistas, para dejar las cosas como están. Desde la progresía nos dirán que es una conquista social que tiene su origen en la revolución francesa, que necesitamos políticos bien pagados para que se entreguen a la cosa pública, que solo esto permite reconocer la función social de la política, que debe garantizarse que cualquier ciudadano pueda acceder a cargos públicos y desempeñarlos sin tentaciones de corrupción... Y desde posturas conservadoras, neoliberales o más acomodadas, se dirá que deben estar bien pagados para tener a los mejores, que los buenos ejecutivos también tienen buenos sueldos...

En mi opinión se pueden cumplir esos objetivos con medidas más imaginativas. Me parece buena idea exportar un sistema similar al de los liberados sindicales que algunos de ellos tanto detestan.

Así, un político cobraría el mismo salario que antes de convertirse en servidor público, fuera este el que fuera(con las debidas cautelas, considerando un periodo anterior razonable, como se hace con el desempleo o con las pensiones). Así podríamos tener a los mejores y podrían entregarse a la política (al menos lo mismo que lo que se entregaban a su anterior actividad).

¿Y si estaban parados? ¿Los desempleados, el grupo hoy más numeroso, no tienen derecho a poder representar a sus conciudadanos? Sí, con el salario mínimo interprofesional. O con el medio, según se considerase.

Todo esto, por supuesto, con las correcciones razonables, dado que es una profesión con algunas peculiaridades, como en el caso de los diputados o senadores de provincias que acuden a Madrid. Es de cajón que esto debería tener alguna pequeña compensación (como algunos tienen pluses de disponibilidad, de nocturnidad, de peligrosidad... pero no más) y, es obvio que al político no debiera costarle dinero su elección (pero el tren y el autobús, o el coche compartido, son tan dignos como el avión y, habitualmente, más económicos e igual de eficaces en cuanto al cumplimiento de los horarios).

Y, claro, al político se le reservaría su puesto, como si se tratase de una excedencia, ya fuese en la empresa privada o en la Administración.

Este sistema evitaría que la política se convirtiese en una profesión chollo para algunos (todos conocemos politicos que difícilmente encontrarían un empleo fuera) y se normalizaría el camino de ida y vuelta.

Sí que se podrían conseguir importantes recortes (por aquello de reducir el déficit público), con la segunda medida que propongo: eliminar privilegios que el común no tenemos: coches oficiales, viviendas, pensiones vitalicias, exceso de asesores....

Es decir, la política sería un trabajo más, en el que nuestros empleados no tendrían más allá de las herramientas razonables que toda empresa o entidad debe entregar a su equipo para un correcto desempeño y velando fundamentalmente por la eficacia. Y se potenciaría su componente vocacional, el deseo de quien diese un paso al frente de ser útiles a la comunidad. Esto no es algo descabellado: conozco muchas personas entregadas a oenegés, a asociaciones profesionales, etc. que, simplemente, sacrifican tiempo y dinero a cambio de la realización personal.

Y, por supuesto, eliminando cualquier situación de privilegio en aspectos laborales, como horariosvacaciones... Con la flexibilidad razonable para una profesión con sus singularidades pero evitándonos imágenes bochornosas de hemiciclos semivacíos, de eventos sociales atestados de politicos...

En suma, creo que hay que repensar todo el sistema de remuneración y privilegios de los políticos pero no con medidas demagógicas de recortes que solo generan más desempleo y más pobreza. Con medidas que se planteen con criterios de justicia social y cuyas miras consistan en llevar la política y su ejercicio a sendas de normalidad, a convertirla en una profesión tan respeteble y vocacional como otra cualquiera. Y, si se quiere, con las mismas tasas de mediocridad que cualquier otra actividad.