Cuéntame un cuento, Mariano

This article has photo gallery Publicado el por N.B. / EL MUNDO EMPRESARIAL (autor)

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En los tiempos del story telling político, la niña de Rajoy se quedó huérfana. Si nuestro prócer quiso una educación, un futuro y su correspondiente bolsa de “los chuches” para aquella criatura que simbolizaba el proyecto de España, hoy tiene que contarle otra cosa. No le puede decir la verdad, así que le cuenta un cuento. Un relato que le pueda hacer comprender la compleja realidad y no le mate del susto, para que pueda dormir por las noches.

Érase una vez, en un reino muy cercano donde vivía una inocente niña de gran belleza llamada BlancaEspaña. La felicidad de su infancia se vio truncada el día en el que, huérfana de los mercados, su madrastra le peguntó al espejo de Europa:  ¿hay alguien con más problemas con la deuda que yo?. ¡Oh sí! mi ama –le respondió el espejo– Hay un país mediterráneo, que ya no es tan pequeño como sus hermanos Portugal, Irlanda y Grecia que, tras años de gastar en tratamientos de belleza y vestidos,  tuvo príncipes que la cortejaban, pero ahora no puede pagar lo que debe y sus acreedores reclaman garantías a la puerta del Reino.

Así la madrastra, una corpulenta walkiria, envío a su sirviente para comprobar las finanzas de la muchacha y, antes de arrancarle el corazón, como era su encargo, le dio la oportunidad de esconderse en el bosque mientras ponía a sus enanitos a trabajar. Lo primero que hizo fueron algunas reformas en la casa, obligar a los enanitos a usar el jabón para sanear sus cuentas, sacar los ahorrillos de debajo de los colchones y cambiar la dieta a sus orondos pupilos. Eso supuso sustituir el jamón por el cocido, reduciendo tanto las raciones que sus pequeños hombrecitos apenas tenían energía para trabajar.

Como se ve, en este caso el cuento no tranquiliza mucho, menos aún si somos conscientes de nuestro papel de enanitos en toda esta fiesta.  Aquí entre los árboles de la falda de la montaña, los ciudadanos tenemos que seguir yendo a la mina, picar más y más, invertir en mejores martillos neumáticos, sacar rubís que parezcan diamantes, dedicar nuestros ahorros al I+D para abrir una línea de procesado de esmeraldas y amatistas, reparar la línea de engarces y montaje de las preciosas piedras en bellos diseños de joyería, darle el packaging adecuado, hacer un buen plan de marketing, abrir mercados en el exterior –bastante más lejos que en la Aldea o incluso la Comarca– y, ya que estamos en el exterior, de paso, buscar nuevos príncipes a quienes les atraiga nuestro canto de sirenas y así poder elegir uno que, nos lleve al huerto, pero que nos deje la mejor dote.  El caso es que, como dice Mariano, “de esta se sale”, pero todavía no sabemos donde queda el final del cuento ni con quien nos vamos a casar.

El presidente actual la ha emprendido con el cuento por entregas de los recortes. Así, lo que empezó siendo un “no esperen milagros, haremos lo humanamente posible”, tras los Idus de Marzo –las elecciones andaluzas y la huelga general– ya ha llegado el Lobo que amenazaba con comerse las ovejas y se las está merendando a bocados después de esquilarles toda la lana, a pesar de las cercas que habíamos desplegado para protegerlas.

Más desconcertante, si cabe, era el cuento con Zapatero. El espejo no reflejaba la realidad, lo atravesaba una desconcertada Salgado buscando los brotes verdes del País de las Maravillas, a nuestra rubia Alicia se le aparecían un comisario Almunia disfrazado de conejo que le recriminaba y gritaba mirando el reloj: “llegamos tarde, no vamos a llegar a tiempo”. Otros personajes como Barroso, Trichet, Olli Rehn o Merkel, se trasmutaban en Gato de Cheshire, en el Sombrero Loco que celebraba “felices no cumpleaños”, en flamenco y hasta en la Reina de Corazones. Cada día pisábamos un jardín, en el que había que pintar de rojo las rosas blancas para aún así, al escuchar a la amenazante reina decir: ¡Que les coorten la cabezaaa! Siempre la realidad supera a la ficción.

Con el cambio de Gobierno pensábamos que la cosa había cambiado, se comenzaron a plantear reformas, cada vez más serias y en más ámbitos, y parecía gozar de un respiro de confianza, pero se ha esfumado tras los primeros cien días. Ya están aquí de nuevo acechando los mercados, la prima de riesgo y, a pesar de los duros ajustes y reformas planteadas...  Este público exterior ¡Quiere más madera!, mientras al público interno se le anuncian las medidas, suficientemente dulcificada con la coletilla... “esto no supone acabar con el estado del bienestar, sólo administrar mejor”.

Rajoy tiene un serio problema de comunicación: ha optado por trazar un relato austero que sea convincente, pero le falta el  toque esperanzador, la promesa de un final feliz que nos de confianza en nosotros mismos y nos ponga en marcha.

 Por eso, tampoco nos puede decir del todo la verdad. Si nos contara a bocajarro lo que realmente ocurre, laminaría de tal forma nuestro ego que nos dejaría en estado de shock  y sería peor el infarto que sufriríamos que las sangrías que nos viene aplicando, que nos debilitan sin atajar la enfermedad y con el riesgo de que, si nos pasamos de drenaje, se nos muera el enfermo.

La comunicación es un elemento estratégico cada vez más implantado en la gestión  empresarial, no digamos ya en la política o en la gestión de países. En cualquier supuesto, la necesidad de una estrategia de comunicación se acrecienta aún más si toca afrontar una situación de crisis que puede acabar con la reputación que ha costado varios años edificar.

El manual de comunicación para situaciones de crisis graves como esta dice que lo más importante son los datos, atender a las víctimas y lanzar un mensaje escueto de qué se está haciendo para revertir la situación. Cuanto más se vista de seda el discurso, más cuento parece. Pero hay que salir a hablar y explicar, lo que ocurre y lo que se hace para solucionarlo, pero sin olvidarse de que hay que resarcir a las víctimas. Sobran las dudas, los globos sondas, las contradicciones entre ministros y las escapadas por la puerta de atrás para no hablar o anunciar por nota de prensa recortes del 1% del PIB.

Entre la épica de los espartanos de las Thermópilas y el cuento de la lechera, Alicia o Blancanieves, entre el exceso de motivación y el optimismo más vano, tiene que caber la esperanza fundada aunque sea a largo plazo. Más del estilo de la fábula de la cigarra y la hormiga que nos empuje al movimiento en busca de un final feliz, al menos para nuestros hijos y que nos ayude a pasar el invierno hasta los brotes verdes.