La transformación social y las cooperativas

Publicado el por Andoni Mujika (autor)

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Parece que sí, que tras una larga etapa en la que únicamente algunas pocas personas han insistido sobre este tema de la transformación social, y han señalado su centralidad para el movimiento cooperativo, desde diferentes instancias de esta experiencia se están produciendo algunos movimientos para rescatar e impulsar esta idea.

En principio, es una buena noticia. En ese terreno, sin lugar a dudas, hay trabajo para todos; pero se debe trabajar bien, con calidad, corazón y convicción.  La transformación social es nuclear para ofrecer un sentido al quehacer cooperativo, y también es compleja; por lo tanto, debe imperar la calidad y el buen hacer, como se ha dicho. Sería imprescindible, para obtener un resultado interesante, colocar este objetivo en el centro de la experiencia de forma atractiva, de manera que conecte con el colectivo.  Y, tan difícil como necesario, necesitaría de un liderazgo potente y carismático que traccionase de verdad la renovación de la propuesta cooperativa partiendo desde esa idea.

Es innegable que durante el camino recorrido por las cooperativas se han llevado a cabo una cantidad nada despreciable de iniciativas en este campo.  Por citar algunas de ellas, podríamos reseñar el reparto de la riqueza de forma más justa, la creación de trabajo digno, las ayudas sociales y a la cultura vasca etc.  De todas formas, resaltaría dos iniciativas que se han producido en este ámbito; parece paradójico, pero curiosamente son dos iniciativas que no están normativizadas: la primera es la cultura que se ha impulsado desde las cooperativas en el momento de crear nuevas iniciativas autogestionadas fuera de los muros de las cooperativas propias; y la segunda, la generosidad, es decir el compromiso de muchos cooperativistas que han estado en primera línea empujando proyectos empresariales, culturales y sociales durante años.  Estas dos formas de hacer transformación social no aparecen en los informes y planes, aunque tienen un grandísimo valor.

Vamos a seguir acercándonos más a la cuestión central que nos ocupa, mirando al concepto desde el ángulo de la identidad.  El cooperativismo es una experiencia que combina muchos y diversos rasgos para su definición . Podríamos decir, utilizando la siguiente metáfora, que en al jardín cooperativo del País Vasco, a lo largo del tiempo, se han plantado y desarrollado diferentes especies.  Es decir, que el retrato que transmite esta experiencia nos evoca la imagen de un jardín botánico algo desdibujado y difuso.  Por ello, no nos podemos embriagar, desorientar y despistar con perfumes, colores y formas tan variadas. Dentro de esta diversidad debemos saber otorgar a cada especie su protagonismo y su función.  Dicho esto, en mi opinión, más que cualquier otra especie, es la transformación social el diferencial que más nos define.  Además, es el rasgo que mejor señala el horizonte.  Se trata de un elemento central para clarificar el qué somos y donde vamos.  La transformación social es, en el plano de la utopía cooperativa, el eje histórico, el actual, el del mañana y el que mayor fuerza alberga. Además de todo eso, la transformación social es el hecho que más sentido puede aportar a la cooperativa hacia dentro y mayor reconocimiento al cooperativismo por parte de toda la sociedad.

Tengo la convicción de que este planteamiento de transformación social es muy importante y, lamentablemente, el cooperativismo vasco no ha contado con una formulación (discurso) clara y compartida en torno a ella.  Creo que ese hecho nos ha restado fuerza y potencial para afrontar el camino con más vigor. Si se me permite, en un ejercicio de sociología poco riguroso, esta carencia se podría comprobar de forma muy sencilla: no hay más que preguntar a los cooperativistas de nuestro entorno cuál es la propuesta de transformación social de su cooperativa y de su grupo cooperativo. La respuesta, aunque duela, casi unánimemente va a ser que no lo saben.  Creo que es incontestable que durante los últimos años esta propuesta no ha estado lo suficientemente explicitada.  Y por ello, lógicamente, no ha estado compartido el contenido básico de nuestro proyecto de transformación social para el país.

Pero vamos a avanzar intentando aportar alguna vía para avanzar. Para empezar, debemos otorgar al concepto de transformación social el sentido y la dimensión que se merece.  Recuperar su presencia, adaptándola.  Quiero decir que, simplemente deteniéndonos en el término ‘transformación’, nos daremos cuenta de la fuerza que concentra esa palabra. Podremos hacer mil piruetas, pero el término dice lo que dice, y no es broma.  No hablamos de ‘cambio’, de ‘compromiso social’ o de ‘responsabilidad social’, aunque todas ellas estén muy bien. La transformación es un concepto mucho más ambicioso, más radical: significa que se da la vuelta a algo, que se cambia desde su raíz.  El prefijo que acompaña a esa palabra, ‘trans’, también ayuda a comprender mejor su calado.  Es verdad que siendo realistas debemos aceptar que parece que, quizás, no sea el mejor momento para este tipo de objetivos, pero quién sabe.  Como ya he dicho, la salud cooperativa cambiaría significativamente si contásemos con líderes consistentes y carismáticos acompañados de proyectos.

Volviendo al concepto de transformación social, me parece que éste no se puede entender como un principio más del cooperativismo. Tampoco creo que se debe entender solo como una estrategia más.  Yo entiendo que se encuentra por encima de principios y estrategias.  Si acaso, es el cooperativismo el que se ubica dentro de un proyecto de transformación social más amplio.  Es decir, que la transformación social es la que engloba al cooperativismo.  No se puede obviar que la transformación social cuenta con un potencial utópico, transcendente, motivador y de sentido superior al que puede ofrecer el hecho cooperativo, y desde ahí le puede proporcionar sentido, y coherencia.  El cooperativismo precisa de un marco integral, una ubicación más transcendente. Y lo necesita de verdad.  También para que la vertiente practica y empresarial vayan mejor.

Y puesto que he remarcado que no hemos contado con un discurso lo suficientemente claro y asumido en el ámbito de la transformación social, como último apunte, diré algo sobre el significado que tiene para mí ese concepto.  En mi opinión no es difícil acercarse a una definición sencilla. Aquí se propone una idea para el debate y, si es válida, para el avance.  Me parece que para entender, desde el cooperativismo, la transformación social no podemos dejar a un lado este trinomio: la propia Transformación Social, la idea de la autogestión y la comunidad.  Son inseparables.  Hablamos de un sujeto que se auto-gestiona, que va cambiando y madurando, y que es el principal actor de la transformación (Arizmendiarrieta); a la vez, de forma dinámica y con los sujetos al frente, la comunidad se va transformando tomando las riendas de su destino; y todo ello acompañado de unos valores. ‘Comunitarismo’ (Azurmendi), dicho en una sola palabra.