Antonio Garamendi, en nombre de los empresarios

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El presidente de Cepyme y probable sucesor de Rosell al frente de CEOE, reflexiona sobre la situación de la empresa española y pide reformas que favorezcan la competitividad

Antonio Garamendi nació en Getxo en 1958 y estudió Derecho en la Universidad de Deusto, pero su actividad profesional ha estado ligada, desde siempre, al mundo de la empresa, primero en los negocios de su familia, genuina representante del empresariado de Neguri, después en sus propios proyectos en los sectores del metal, construcción, sector inmobiliario, seguros y hostelería, y antes y ahora como accionista y miembro de los consejos de administración de grandes empresas.

También era muy joven cuando entró a formar parte de las directivas de organizaciones empresariales; promovió la Asociación de Jóvenes Empresarios del País Vasco (Ajebask), de la que fue su primer presidente, y de ahí pasó a la presidencia de la Confederación Española de Jóvenes Empresarios (Ceaje) y, poco más tarde, fue nombrado presidente de la Confederación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios (CIJE).

En la actualidad es el presidente de la Confederación de Empresarios de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) y de la patronal del Metal (Confemetal), además de vicepresidente de la poderosa Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), tras ser derrotado por la mínima en las elecciones de 2014 por Joan Rosell. Este año la CEOE elegirá a su nuevo representante, y todos apuestan por Garamendi, un hombre que acumula cargos que nos descubren otras facetas de su vida, como su pertenencia al patronato del Museo Guggenheim o la presidencia de una fundación, Ayudare, que se dedica a abrir pozos de agua potable en regiones remotas de Etiopía.

EMPRESARIOS Y CRISIS

Antonio Garamendi fue el invitado especial del Tudela Riqueza Ribera Forum, celebrado ayer en la capital ribera organizado por Diario de Navarra y NavarraCapital.com. En la distancia corta se muestra amable y comedido en los gestos, y transmite una imagen que dista de la dureza que algunos le atribuyen basándose en declaraciones suyas en las que, por ejemplo, pedía el despido libre pero no gratuito. Ahora, cuando se le pregunta si mantiene esa reivindicación señala que hablaba y habla en nombre de los empresarios, y que esas polémicas palabras se enmarcaban en un contexto de crisis, aunque insiste en que sí debe flexibilizarse el mercado laboral. “Siempre que dice que la parte más débil de la sociedad es la trabajadora, y nosotros estamos pendientes de ella, lógicamente, pero nadie se suele acordar de los empresarios y empresarias que han arriesgado su patrimonio, muchas veces su casa, por defender una ilusión… Es que la crisis se ha llevado por delante 300.000 empresas, es un dato que nunca se dice y es importante”.

Nadie puede reprocharle que no hable claro cuando defiende los intereses del empresariado que lo eligió como su representante. Lo hace cuando defiende la reforma laboral, que califica de “valiente” y “clave para que aguantaran el tirón muchas empresas, especialmente pequeñas y medianas, que ahora son las que están creando empleo”.

Como su portavoz, habla con un tono didáctico de cosas que se pueden mejorar, como “los costes sociales, porque en España pagamos un 30% más de lo que se paga en muchos países de Europa y eso afecta a nuestra competitividad. Cuando un trabajador recibe 1.000 euros a la empresa le cuesta 1.500, es así”. También se queja del “enorme hándicap” que supone la factura eléctrica para las empresas, especialmente las industriales, “porque estamos pagando costes que no tienen nada que ver con la generación, ni con la generación, el transporte o la comercialización de la energía, y eso también perjudica a la competitividad”.

¿Más quejas? Sí, la burocracia, multiplicada por la descentralización autonómica, “la media de páginas del BOE es de 170.000, y 870.000 la de los boletines de las comunidades autónomas, dicho de forma más liviana, al que le gusta pescar necesita 17 licencias. La unidad de mercado para nosotros es clave”. ¿Otra? La morosidad“Mata a las empresas. Si facturas 100 con un margen de 10, que es una burrada pero o digo para que se me entienda, si te dejan un impagado de 100 tienes que facturar 10 veces 100 para cubrirlo”.

Podría extrañar que siendo un empresario no mostrara su disgusto por la fiscalidad, y aunque lo deja para el final, lo hace: “Es lógico que el que más gane pague más, pero hay que adecuar los impuestos a tipos razonables para que la empresa pueda mantenerse activa y trabajar”. Es más, siempre hablando en nombre de los empresarios, califica de “confiscatorio” el IRPF, no considera “razonable” el Impuesto sobre el Patrimonio “y tampoco consideramos que debe mantenerse el Impuesto de Sucesiones porque para eso pagamos el Impuesto sobre la Renta”.

Alega, poniendo en valor de nuevo el papel de los empresarios, que antes de la crisis existía un modelo de negocio basado en el ladrillo que llegó a construir 700.000 viviendas en 2007, y aunque hace dos años solo se hicieron 45.000 la economía crece, “porque lo que yo llamo empresarios con cara y ojos, las empresas de la vida real de este país, se han dado cuenta de que había que salir al exterior, y hemos pasado de 50.000 a 150.000 las empresas que exportan, y la participación de la internacionalización en el PIB pasado del 22 al 33%, superando a Francia, Italia y el Reino Unido, y nos hemos quedado detrás de Alemania”.

Es cierto, reconoce Garamendi, que los empresarios se han visto ayudados por vientos de cola favorables, que propician datos como el del crecimiento mundial estimado para este año en un 3,7%, con solo 5 países en el mundo con crecimientos negativos. El petróleo sigue en precios “razonables” y los tipos de interés mantienen unos valores que favorecen a la economía, “por tanto la situación económica es buena”, indica el presidente de Cepyme, que vuelve a recordar a los empresarios que lo están pasando mal, “es un momento para que las empresas crezcan o para que salgan del agujero, porque hay muchas, casi el 45%, que están en pérdidas o compensando pérdidas”.

CATALUÑA

No obvia los factores negativos, y en este sentido señala que “es triste tener que decir que el mapa de riesgos que más tememos los empresarios de España es el político, los fondos internacionales nos preguntan a la CEOE cómo están las cosas, pero la situación de Cataluña, lógicamente, no favorece en absoluto. Habíamos planteado un crecimiento del 2,7 y ahora estamos en el 2,8, pero si no tuviéramos el problema catalán estaríamos con toda seguridad por encima del 3%”.

Garamendi reclama una solución “porque la economía Catalana es casi el 20% de la española y porque está influyendo de manera importante en los negocios y en la estabilidad del país, que para nosotros es clave, como lo es la unidad dentro de Europa sin negar la diversidad que tiene cada uno de los territorios”.

Al mirar hacia el futuro advierte de la importancia de dos conceptos: digitalización y globalización, unidas a cambios “en progresión geométrica” que configuran “una revolución totalmente global” que ya tienen como consecuencia una recolocación de las potencias que ha colocado en el centro a China desplazando a Estados Unidos, y que va a provocar “la desaparición de un montón de empleos, la llegada de otros nuevos, y que todos los que existen van a cambiar. Eso lo sabemos, y por eso tenemos que profundizar en la educación, en la formación continua, en la dual… pero entre todos, y es algo urgente”.


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